Dirán
algunos, ¿A caso no dijo el Mesías que su reino no era de este mundo?
Ciertamente; tanto Jesucristo como su reino y sus discípulos no son de este
mundo (Jn 17.16; 18.36) Eso no significa que nuestro Salvador y su reino sean
imaginarios o que sus discípulos seamos fantasmas o extraterrestres.
En la
Biblia la palabra “mundo” tiene varios significados, y según el contexto en el
cual se aplica se debe deducir a qué se refiere. Se habla del mundo material
creado por Dios, (Jer 10.12); se hace también mención de “mundo” para referirse
a la Humanidad, (Jn. 3.16). En ocasiones se dice “mundo” para referirse a los
que se oponen a Dios (Jn 14.30; I –Jn 5.19) , o se habla de “mundo” simplemente
para diferenciar la vida natural de la espiritual, sin connotaciones positivas
o negativas en sí; ( I-Co 7.33).
El Reino
de Dios no hace parte de ese mundo pecaminoso que se opone a la voluntad de
Dios, y que prefiere vivir a expensas de sus propias habilidades y recursos,
pudiéndole dar rienda suelta a sus pasiones, egoísmos y caprichos, sin
reconocer ni la personalidad de Dios, ni mucho menos su autoridad como creador
del Universo.
El
apóstol Pablo hablándole a quienes sí le reconocen éstos atributos, les dice:
“Y él os dio vida a vosotros cuando estabais muertos en vuestros delitos y
pecados en los cuales anduvisteis en otro tiempo, conforme al príncipe de la
potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia;
entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de
nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos
por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”. (Ef 2.1-3).
Hay pues,
dos grandes opciones para la Humanidad: o vivir bajo la influencia perniciosa
de Satanás y de nuestras tendencias destructivas, o bajo la orientación, ayuda
y protección del paternal gobierno de Dios.
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