lunes, 17 de junio de 2019

EL REINO DE DIOS NO ES COMIDA NI BEBIDA



Dicen algunos ¿por qué dice San pablo que el reino de Dios no es comida ni bebida?

Esta expresión del apóstol Pablo la debemos también entender en su contexto. El dice esto en el mismo sentido que una persona dice: “Yo no me llamo un plato de comida”, queriendo dar a entender que ello es muy poco en comparación a otros intereses.

 Aquí esos otros intereses, mucho más importantes, es la justicia, con la cual no solo habrá “comida y bebida” sino muchísimo más; y en consecuencia habrá paz y gozo en el Espíritu Santo.
   
  En otra parte lo dice claramente: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas (comida, vestido, etc) os serán añadidas,” (Mt 6.25-33) Pero estas cosas no vendrán por el mero hecho de buscar, sino como resultado de encontrar la justicia del reino de Dios.
   
   Es como si a alguien se le dijera: “Busca empleo, para que salgas de la pobreza en que te encuentras” Su situación cambiaría no por el hecho de buscar empleo, sino por la compensación a su trabajo.

Esto también lo vemos reflejado en una de las tentaciones que sufrió el Señor Jesús: “Y le llevó  a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo;  porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden;   y,   En las manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra. Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios”
   
Jesús podría bajarse por sus propios medios, de manera que hubiese sido algo así como una necedad recurrir a lo sobrenatural, sin necesidad absoluta. Esto resulta en una situación parecida a los que piensan que por el solo hecho de asistir a una reunión religiosa, o leer  la Biblia, etc., las cosas llegarán como por arte de magia.
   
Afortunadamente, ya está claro para muchos, que Dios hace lo imposible, nosotros lo posible. Y si creemos que el mismo Espíritu de Dios está en nosotros, las cosas pueden ser muchísimo mejor. “Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios” (2-Co.1.20)


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