Dicen algunos ¿por qué dice San pablo
que el reino de Dios no es comida ni bebida?
Esta expresión del apóstol Pablo la
debemos también entender en su contexto. El dice esto en el mismo sentido que
una persona dice: “Yo no me llamo un plato de comida”, queriendo dar a entender
que ello es muy poco en comparación a otros intereses.
Aquí esos otros intereses, mucho más
importantes, es la justicia, con la cual no solo habrá “comida y bebida” sino
muchísimo más; y en consecuencia habrá paz y gozo en el Espíritu Santo.
En otra parte lo dice claramente:
“Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas
(comida, vestido, etc) os serán añadidas,” (Mt 6.25-33) Pero estas cosas no
vendrán por el mero hecho de buscar, sino como resultado de encontrar la
justicia del reino de Dios.
Es como si a alguien se le
dijera: “Busca empleo, para que salgas de la pobreza en que te encuentras” Su
situación cambiaría no por el hecho de buscar empleo, sino por la compensación
a su trabajo.
Esto también lo vemos reflejado en una
de las tentaciones que sufrió el Señor Jesús: “Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del
templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará
acerca de ti, que te guarden; y, En las manos te sostendrán, Para que no tropieces
con tu pie en piedra. Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al
Señor tu Dios”
Jesús podría bajarse por sus propios medios, de manera que hubiese sido
algo así como una necedad recurrir a lo sobrenatural, sin necesidad absoluta. Esto
resulta en una situación parecida a los que piensan que por el solo hecho de
asistir a una reunión religiosa, o leer la Biblia, etc., las cosas llegarán como por
arte de magia.
Afortunadamente, ya está claro para muchos, que Dios hace lo imposible, nosotros
lo posible. Y si creemos que el mismo Espíritu de Dios está en nosotros, las
cosas pueden ser muchísimo mejor. “Porque todas las promesas de Dios son en él
Sí, y en él Amén, por medio de nosotros,
para la gloria de Dios” (2-Co.1.20)
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