viernes, 10 de mayo de 2019

REVUELTOS PIERDEN SU IDENTIDAD


   La “vana manera de vivir”(1-P.1.18) del mundo, el cual yace bajo el Maligno (1-Jn.5.19), nunca podrá ser igual a la de la santa nación, es decir, al pueblo adquirido por Dios para anunciar las virtudes de Aquel de las tinieblas a su luz admirable (1-P.2.9).
  
   La Biblia es enfática al ordenar a los creyentes a no unirse en yugo desigual con los incrédulos, es decir, no establecer compromisos de asociación con ellos. Y esto, para evitar la contaminación (2-Co.6.14-18; 7.1). Ni siquiera se deben juntar con los mismos hermanos en la fe que anden desordenadamente (1-Co.5.11).
  
   Desafortunadamente, debido a la poca importancia que se le ha dado al ordenamiento Escritural, la tal contaminación ha adquirido con el tiempo aparentes visos de normalidad, al punto de que uno sabe quiénes son cristianos solo cuando los  ve reunidos en algún lugar, pero nada más.
   
   Habitan, trabajan, estudian, hacen deporte, etc. con la gente común. El cinismo de muchos de éstos contaminados o asimilados llega al colmo cuando se jactan diciendo que son “santos” (separados del mundo para Dios) y aptos para disfrutar de todas las bendiciones del amoroso Padre Celestial.
  
En este orden de ideas, los cristianos rudimentarios (Véase el cap.6 de Hebreos) no se preocupan por crear muros que defiendan la pureza de la fe y el “andar  en el Espíritu” (Gá.5.16) puesto que voluntariamente prefieren la compañía y asociación con los “enemigos” del rey Jesucristo (Lc.19.27), con el falso pretexto de estarles predicando el Evangelio del reino de Dios.

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