sábado, 8 de diciembre de 2018

LA INGRATITUD NOS PUEDE CONDENAR

 
   Como dice en Lc.19.27, los enemigos del rey Jesucristo son aquellos que no quieren  que él ejerza soberanía sobre ellos. Su ingratitud los condena (Jn.3.16-19). El Padre Celestial ama a todos por igual pero no todos aceptan su paternal gobierno.
   
    Por eso, el amor solidario dentro del “nuevo régimen del Espíritu” (Ro.7.6) está enfocado en lo que podríamos llamar como la “ley de la prioridad” (Gà.6.10; Ro.12.10; Mr.7.27), para que el pueblo de Dios se pueda desarrollar y fortalecer, demostrando de este modo, con hechos (Mt.5.14-16), las ventajas del sometimiento a la voluntad divina, antes que al engaño, falta de valores y vacío existencial provenientes de las fuerzas del caos.
   
   Hay principios fáciles de implementar, como son los tres factores básicos de crecimiento espiritual, sobre todo como individuos, los cuales son: Oración, estudio de la Biblia, y adoración celestial.
    
   Pero, como comunidad, existen otros principios no tan fáciles de consolidar, tal como el principio de igualdad (2-Co.8.13-15) que demanda una redistribución equitativa de los recursos económicos de la Iglesia para resolver las necesidades de sus miembros.
  
   Otro principio básico y además necesario para poner en práctica varios otros es el de procurar la unidad real, a diferencia de la unidad meramente subjetiva o doctrinal. Es decir, la integración de hecho del pueblo de Dios (1-Co.12.25-27; Ef.4.14-16) para el ejercicio constante, duradero y organizado de un amor práctico que llene nuestras vidas con la abundancia que necesitamos aquí y que nos haga dignos de una eternidad feliz.

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