Estos son algunos contrastes entre una
verdadera y una falsa comunidad cristiana:
En una verdadera
comunidad cristiana sus miembros se conocen entre sí. Saben sus nombres, dónde
viven, a qué se dedican, etc., mientras que en una falsa comunidad pasan muchos
meses, incluso años, para saberlo. Sus líderes ni siquiera hacen el más mínimo
esfuerzo por integrar a sus feligreses. Tienen tanto temor a las malas críticas
a su gestión que en algunas congregaciones llegan a sugerir que quien se sienta
al lado puede ser un emisario del Adversario, y que por lo tanto terminada una reunión
debe ir derecho a sus hogares sin detenerse a formar corrillos.
En una verdadera comunidad cristiana se
amonesta y se pone en evidencia a los que andan desordenadamente, en prácticas
inmorales, engañando o robando; en tanto que en una falsa comunidad cristiana
tratan de encubrir o justificar tales faltas, sobre todo si quien las comete
hace generosas contribuciones para la parroquia.
En una
verdadera comunidad cristiana organizan comités para atender lo relacionado no
solo a la predicación, danzas, coordinación de reuniones, etc., sino también
para atender a todas las necesidades que
como seres humanos necesitan los creyentes, tales como asistencia social,
propuestas laborales, cultura, deporte, etc., mientras que en una falsa
comunidad cristiana pasan los meses y los años solo impartiendo teo-terapia y
psicología motivacional sin que les importe en lo más mínimo que los creyentes
son seres humanos , personas con muchas y muy variadas necesidades.
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