sábado, 1 de diciembre de 2018

¿POR QUÉ CASI NO SE PREDICA ACERCA DEL REINO DE DIOS?

 
   La predicación del reino de Dios es casi imperceptible porque ello implica una visión realista y no individualista y mucho menos utópica del plan divino de salvación. Hoy en día, cuando más, las “ovejas” llegan a la puerta del redil, la cual es el arrepentimiento y el consecuente perdón de pecados que brinda el Padre Eterno en los méritos del sacrificio de su Hijo. Por eso el mismo Salvador manifiesta: “Yo soy la puerta. El que por mí entrare hallará pastos” (Jn10.9).
  
   Pero una vez entrado el creyente por dicha puerta y haber recibido la gracia del perdón,  toca a éste iniciar, en lo que se conoce como “conversión”,  un proceso de crecimiento personal, a la vez que se integra  al desarrollo de su familia de la fe, el pueblo de Dios, también llamado “santa nación” (1-P.2.9).
  
   La fórmula es: “Arrepentíos y convertíos” (Hch.3.19), lo que significa que aquellos que fueron llamados a participar de la naturaleza divina (2-P.1.4), ahora como “siervos” deben trabajar para el “hombre noble” (el rey Jesús), quien habiendo recibido la titulación de su reino les proveyó de dones y talentos para desarrollar su proyecto de gobierno (Lc. 19.11-27), implementando todo “lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Ro.14.19).
   
   “Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies” (He.10.12-13), siendo sus enemigos todos aquellos que no quieren implementar sus principios de gobierno (Lc.9.27).

   El Mesías ejecutó la misión que le fue dada. Ahora nos toca a nosotros hacer nuestra parte, “porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, POR MEDIO DE NOSOTROS, para la gloria de Dios.” (2-Co.1.20

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