viernes, 4 de enero de 2019

DESPERTANDO A LA REALIDAD

   
   Tanto el comunismo como el fascismo o el “nuevo régimen del Espíritu”, también conocido como el reino de Dios, o cualquier otro sistema de gobierno, se consolidan en la medida en que haya individuos que crean en sus bondades y pongan en práctica sus principios. Creo que el que ofrece más y mejores beneficios es el reino de Dios, aunque, hasta ahora, desafortunadamente,  se ha captado de él, por lo regular, solo la parte mística, subjetiva e individualista. Allí está lo malo del asunto.
  
   El reino de Dios es un sistema de gobierno no político, en el sentido de no ser parte del engranaje administrativo del Estado, pues la relación de la Iglesia con este ha de ser como la del cristiano con las gentes del mundo: Juntos pero no revueltos. Te honro, te respeto y te aprecio, pero siempre guardando la distancia.
   En manos de los edificadores de la santa nación de Jesucristo, está la responsabilidad de implementar para  su pueblo  todo lo que concierne a su bienestar, pues está en su derecho de alcanzar vidas plenas y abundantes. Permanecer solo orando, cantando,  haciendo palmas y leyendo la Biblia resulta en una absurda y criminal forma de despreciar los valores del plan divino de salvación.

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