Muy
extensa y provechosa es la moralidad propuesta para el pueblo de Dios. Como ejemplo cito algunas
normas de comportamiento: “No hagan nada por contienda o vanagloria” (Fil.2.3); “estén contentos con
lo que tienen” (He.13.5); “no mintáis los unos a los otros” (Col.3.9), etc.,
etc. Pero hay dos principios que son
fundamentales para que todos los demás tengan un apropiado campo de acción.
El
primero de ellos es el principio de PRELACIÓN:
“Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” (Gá.6.10);
“Amaos los unos a los otros con amor fraternal;
en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros”.(Ro.12.10); “ Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque
no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos”. (Mr.7.27)
Segundo
principio, de INTEGRACIÓN: “Porque
de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los
miembros tienen la misma función, así
nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos
de los otros” (Ro. 12.4-5);
“Para que no haya desavenencia en el cuerpo,
sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro
padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra,
todos los miembros con él se gozan. Vosotros,
pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”. (1-Co12.25-27);
“ Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera
de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean
con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en
amor, crezcamos en todo en aquel que
es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y
unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la
actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en
amor” (Ef.4.14-16).
Infortunadamente, los enemigos del rey
Jesucristo (Lc.19.27) evaden esta responsabilidad y tuercen el sentido de tales
principios, porque, aunque sueñan con el futuro reino milenario del Salvador,
los asusta la realidad presente de su
gobierno en medio nuestro y por eso prefieren reducirlo a simple teo-terapia que
sirva de muletillas emocionales a quienes necesitan comprar y vender la gracia de Dios. Pensemos: Si el pueblo de
Dios no debe hacer compromisos de asociación (“yugo desigual”) con los
incrédulos, ¿con quién, entonces, los debe hacer? (2-Co.6.14-18)
Si en verdad queremos que Jesucristo algún día
venga a gobernar al mundo entero junto con sus santos, debemos desde ahora ser
activos uniendo dones y talentos con nuestros consiervos para diseñar, promover
y desarrollar proyectos, eventos o programas para beneficio del mismo pueblo de
Dios, de manera que la Verdad no solo nos haga libres de un futuro infierno
sino del presente mundo de injusticias, maldad y sufrimiento.
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