Todas las personas
evangelizadas que han confirmado a través del bautismo en agua su sinceridad y
deseo de emprender el Camino hacia la plenitud divina, de hecho, son
participantes del Reino de Dios, bien sea que estén o no conscientes de ello, y
de sus intenciones y actuaciones dependerá que sean “trigo” o “cizaña”.
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