Los
cristianos oran a Dios muchas veces a causa de sus angustias y necesidades. Lo
hacen con fe, y a veces en grupo fijando
sus mentes en lo más lejano del
Universo en espera de recibir el favor
divino a través de alguna intervención milagrosa. Estas personas, algunas por
ignorancia y otras por malicia, pasan por alto lo que la Biblia enseña acerca
de que el Espíritu del Dios, que puede
solucionar muchos de sus problemas, NO debe ser buscado exclusivamente en otras
galaxias o dimensiones recónditas del Cosmos, puesto que habita en los mismos
creyentes.
Por eso
el apóstol Pablo los amonesta: “Ocupaos en vuestra salvación…porque Dios es el
que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”;
“porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de
nosotros, para la gloria de Dios. Y el
que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha
dado las arras del Espíritu en nuestros corazones”. ”
Y el Dios de
paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de
las ovejas, por la sangre del pacto eterno,
os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo
él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la
gloria por los siglos de los siglos. Amén”.
“Para que no
haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los
unos por los otros. De manera que si un
miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe
honra, todos los miembros con él se gozan.
Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en
particular”.
“Para que ya no seamos niños fluctuantes,
llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres
que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que,
siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto
es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas
las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada
miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”. (Fil.2.12-13;
2-Co.1.20; He.13.20-21; 1-Co.12.25-26; Ef.4.14-16).
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