Salvación por aquí, por allá y por más
allá. Pero, ¿está bien claro a qué clase de “salvación” nos referimos? Los
religiosos de Mt.7.21-23 se sentían muy seguros; ya ven ustedes lo que les
ocurrió.
La maldad por la que fueron condenados no
fue porque profetizaron, o porque echaron fuera demonios o porque hicieron
milagros, no. Pero sí fue porque dejaron de hacer el bien que pudieron haber
hecho a los “hermanos más pequeños” del rey (Mt.25.40).
Mientras no nos percatemos de que la Iglesia
o pueblo de Dios se debe unir en la realidad como verdaderos miembros de un
mismo cuerpo (Ef.4.14-16), no seremos más que religiosos delirantes o
fantasiosos, tierra fértil para la explotación por parte de aquellos que venden
“castillos de arena”, con los que con buena o mala voluntad, conscientemente o no, compraban y vendían
aquellos malos obreros de Mt.7.21-23.
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