Quien lea
Mt.7.21-23 y 25.31-46 fácilmente se podrá dar cuenta que para nuestro Salvador
es muchísimo más importante las acciones solidarias con nuestros “hermanos más
pequeños” que solo milagros, sermones o exorcismos en desconexión total con la
realidad del diario vivir, de la que participa todo el pueblo de Dios. En las
citadas referencias se hace mención a los creyentes que prevaricaron por
omisión, y nos preguntamos: ¿Cómo elogiarán esos “obradores de maldad” al Reino
de Dios cuando con sus actitudes obstruyen su crecimiento y eficacia?
(Mt.13.31-32)
El no cambiar
su manera de obrar, habiéndose percatado de lo nocivo de su proceder, podrá ser
clara evidencia de que en verdad son ministros encubiertos del Adversario cuyo
real interés es desvirtuar el plan de gobierno divino; es decir, son la
“cizaña” de la parábola (Mt.13.24-30)
La Biblia nos
amonesta para que seamos como niños en la malicia pero maduros en el modo de pensar (1-Co.14.20). Porque
desarrollar el amor fraterno no significa simplemente ejecutar esporádicos e
individuales actos altruistas. Se debe, eso sí, diseñar, promover y realizar
planes, programas y proyectos en los que mejor se puedan plasmar el amor y la
justicia o ética del Reino de Dios, y podamos demostrar con hechos (Mt.5.15-16)
los magnos efectos de este sublime gobierno en medio nuestro, el cual obra para
beneficio principalmente de quienes participan en el poniendo en práctica sus
principios, y hasta incluso para quienes no lo hacen.
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