El Cuerpo de Cristo
tiene los pies sobre la tierra.- Estamos tan acostumbrados a desligar a
Dios de la vida real y humana de su Iglesia, que lo concebimos en
nuestros corazones pero no en la
sociedad.
No hablo de la sociedad mundanal, sino de la de nosotros, la del pueblo de Dios, la
santa nación. Mientras no nos integremos no seremos parte real de su Cuerpo. Al Espíritu se intuye, y se
deduce su presencia, pero el Cuerpo ha de ser tangible. Si no hay verdadera unidad
no habrá evidencia de que Dios tenga un pueblo propio, una nación entre las
naciones, y todo esto no pasaría de ser entretenidas quimeras de la literatura
religiosa.
Es
nuestro deber no tener compromisos de
asociación con la gente común (2-Co. 6.14-18 y 7.1) , aunque de manera eventual
o circunstancial tengamos que juntarnos
con ellos, que no es lo mismo. Pero sí debemos integrarnos a la familia
de la fe, para poder demostrarle al mundo que nuestra justicia puede ser
superior a la de ellos, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones. Demostrarles también que las virtudes del Reino de Dios, en su
actual etapa de desarrollo, hacen que sea el sistema de gobierno más completo y sublime de todos los tiempos.
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