A no ser que uno crea que existen
bloqueos o desbloqueos de origen sobrenatural, resulta inexplicable que
personas inteligentes y con un grado mínimo de instrucción escolar o académica,
no puedan comprender el valor de un plan de gobierno con tan sobrados méritos
como para ser considerado como muy superior a los ya presentados y ejercidos a
lo largo de la historia de la Humanidad.
Por ahora, y en esta corta reflexión, solo
diré que Jesucristo, como “cordero de Dios”(Jn.1.29), se presenta como “la
puerta” de la salvación, inicialmente a través del arrepentimiento por haber
vivido (por ignorancia o rebeldía) sin reconocer la divina autoridad del
Supremo Creador.
Pero, evidentemente, el
arrepentimiento es sólo la “puerta”. Los “pastos” que pueden encontrar en tan
vasto campo quienes entran por ella, claramente son los frutos de la “conversión” (Hch.3.19), es decir, el
resultado de la puesta en práctica de los principios del reino de Dios. Por eso
nuestro Salvador dice: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y
entrará, y saldrá, y hallará pastos.” (Jn.10.9)
Los principios diseñados para
que “sirvamos bajo el nuevo régimen del Espíritu” (Ro.7.6), fueron creados no solo para cubrir las necesidades
individuales, espirituales y futuras de los creyentes, sino también para
superar las presentes y humanas
necesidades de la comunidad…La Iglesia es la comunidad de creyentes.
El valor del “tesoro escondido”,
o de la “perla de gran precio” (Mt.13.44-46) se hará evidente cuando los
miembros del Cuerpo de Cristo (los creyentes comprometidos) se integren en
todas las áreas que la vida humana requiere (vivienda, trabajo, deporte,
cultura, etc.), pero sin perder su identidad ni desvirtuar su naturaleza
(2-Co.6.14-18; 7.1)
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