Algo parecido sucedería si se descubriera un
sistema de gobierno que ofreciera lo mejor de lo mejor tanto para los
individuos de una nación, como para sus familias y para la comunidad en general.
Un sistema que en verdad aplique principios de verdadera igualdad y vida plena
para todos, y que incluso llene las expectativas de bienestar aun después de la
muerte.
En verdad, tal sistema ya está al alcance de
todos, pero a quienes les compete su implementación, los líderes religiosos, no
se interesan por el bien común del pueblo del reino de Dios, sino solo por el
provecho económico que para ellos puedan lograr de las gentes que buscan
superar sus dificultades y que creen que la respuesta divina a sus clamores se
pueden conseguir dándole dinero a esos mercaderes de la fe, que pretenden ser
los mediadores entre Dios y los hombres, para poder hacer estas fechorías sin
que nadie lo note.
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