Un pastor alemán de la Viña de San Lucas me
enseñó que debía dar mis diezmos a Dios, y eso he querido hacer. Lo había
estado buscando por años para entregárselos. Por fin me convencí de que a
través de su Espíritu él habita en mis hermanos en la fe. Pero…
¿Para qué es el diezmo? En Mal.3.10 me di
cuenta: para que haya abundancia en la casa de Dios. Y… ¿Cuál es la casa de
Dios? En Hebreos 3.6 dice que tal casa somos nosotros, los creyentes.
El
apóstol Pablo aclara: “…no digo esto para que haya para otros holgura, y para
vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con igualdad, la
abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de
ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está
escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos”.
(2-Co.8.13-15)
Pese a que éste mismo pastor alemán me dijo
que cualquier hermano que sufre es porque está descarriado o no tiene fe, pude
leer en las Escrituras del Nuevo Pacto que muchos serán condenados por el bien
que dejaron de hacer a sus “hermanos más pequeños” (Mt.25.33-46).
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