Después
que escribí algo acerca del Reino de Dios, como un sistema integral de gobierno
integral vigente y en desarrollo en medio nuestro, alguien comentó que estaba
inspirado en el comunismo. ¡Qué pueril razonamiento!
A
pesar de todo he decidido dar alguna respuesta porque considero que muchísimas
personas que ni siquiera se han tomado el trabajo de leer el Nuevo Testamento,
sí han podido leer cierta literatura de movimientos o partidos políticos que
hablan muy bonito sobre la justicia, la igualdad y la libertad, entre otros
ideales que a la hora de la verdad se pierden en los oscuros socavones de la
burocracia o se desvirtúan en las redes del clientelismo o la corrupción.
El “nuevo régimen del Espíritu” (Ro.7.6) es la
dimensión conceptual y vivencial de las personas que llegan a creer que en los
méritos del sacrificio del Mesías pueden ser perdonados de todo pecado y
rebeldía.
Éstos
creyentes no solo se arrepienten de su vana manera de vivir sino que se
convierten en desarrolladores de los principios del gobierno divino, “para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por
doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para
engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo
la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es,
Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por
todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de
cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Efesios 4.
14-16).
Así, pues, sin la integración real y apropiadamente
organizada, del que habla este pasaje, difícilmente se podrá amar con eficacia
a los demás miembros del pueblo de Dios, y mucho menos se podrá practicar uno
de los principios más importantes y olvidados en nuestros tiempos: El principio
de igualdad
(2-Co.8.13-15).
Muchos líderes están cerca del Reino de
Dios, a sus puertas; pero no entran ni permiten que otros lo hagan (Mt.23. 13).
Obran de esta manera porque, entre otros motivos, para ellos es más rentable la
“Ley del Embudo” que este mencionado principio de la igualdad, sin el cual el
amor proclamado en el Evangelio queda sólo en el aire del diario bla bla bla de los sermones.
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