“Porque no busco lo vuestro…-decía San
Pablo- sino a vosotros”. Y agrega: “pues no deben atesorar los hijos para los
padres, sino los padres para los hijos” (2-Co.12.14). La razón de ello la da el
mismo Maestro cuando dice: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da
por las ovejas. Mas el asalariado,
y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y
deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así
que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las
ovejas” (Jn.10.11-13).
Por encima de esta y muchas otras
consideraciones algunos, sin embargo, arguyen que “el obrero es digno de su
salario” (Lc.10.7). Pero veamos el contexto y seamos honrados. El “salario”
referido por el evangelista y citado por Pablo (1-Ti.5.18) no tiene relación
alguna con la idea de cobrar o recibir cada tanto tiempo una cantidad de dinero
previamente establecida. La idea que se pone aquí de relieve es la de ser
mantenido por los creyentes a través de la gratitud (De esa manera, “vivir del
evangelio” 1-Co.9.7-14) “Porque Dios es
el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.
(Fil.2.13). Y una de las cosas que produce el Espíritu de Dios en los creyentes
es la gratitud. Por eso, el apóstol Pablo exhorta: “El que es enseñado en la
palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye.” (Gá.6.6).
Sabiendo que “la raíz de todos los males es
el amor al dinero” (1-Ti.6.10), Pablo trabajaba, y así suplía sus propias
necesidades (Hch.20.34; 1-Co.4.12). Lo hacía para dar ejemplo, pues presentía
que surgirían “lobos rapaces” que perjudicarían el rebaño (Hch.20.29). “¿Cuál,
pues, es mi galardón?”—se preguntaba Pablo, y con orgullo se respondía: “Que
predicando el evangelio, presente GRATUITAMENTE el evangelio de Cristo, para no
abusar de mi derecho en el evangelio” (1-Co.9.18). Pablo tenía el derecho de
parte de Dios de ser mantenido por los creyentes a través de ofrendas
voluntarias pero renunció a tal derecho para que en el futuro no hubiere falsos
administradores de la gracia divina (1-P.4.10) que parasitasen a costa de la ingenuidad de los feligreses. La
mejor garantía que un ministro religioso puede ofrecer a su grey de que sirve
sólo por amor a su vocación, y no por meros motivos económicos, es NO recibir
sueldo, sino únicamente ofrendas espontáneas de sus ministrados.
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