Dice en Efesios 2.8-9: “Porque por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no
por obras, para que nadie se gloríe”. También dice en Tito 3.4-7:
“. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor
para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que
nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento
de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual
derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,
para que justificados por su gracia,
viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”
Pero, ¿de qué clase de salvación nos habla en ambos lugares?. Indudablemente, de
nuestra culpabilidad, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de
la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su
gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien
Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su
justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de
que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de
Jesús”(Ro.3.23-26). Nada ni nadie pudo haber hecho esta obra, “en ningún otro
hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en
que podamos ser salvos” (Hch.4.12).
De lo que no pudimos ni podremos ser
salvados es de la responsabilidad que asumimos como “colaboradores de Dios”
para trabajar a favor de su gobierno o reino (1-Co.3.9; Col.4.11). Por eso se
nos habla no sólo de arrepentimiento para perdón de los pecados, sino de conversión,
para que vengan del señor tiempos de refrigerio (Hch.3.19). Donde dice que “no
por obras para que nadie se gloríe”, se aclara: “Porque somos hechura suya, creados
en Cristo Jesús para buenas obras,
las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Ef.2.8-10).
De igual manera, donde se dice que “nos salvó, no por obras de justicia que
nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la
regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tit.3.5), también se
nos aclara: “Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con
firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas
cosas son buenas y útiles a los hombres. Pero evita las cuestiones necias,
y genealogías, y contenciones, y
discusiones acerca de la ley; porque son
vanas y sin provecho” (Tit.3.8-9).Pero, ¿a qué clase de obras se
refiere en estos pasajes? La respuesta es que allí mismo están definidas: Las
que sean “buenas y útiles a los hombres”,
mientras que se deben desechar aquellas otras que son “vanas y sin provecho”.
Para participar del Reino de Dios y su
justicia debemos vivir en comunidad, condición requerida para poner en obra los
principios soberanos de este gobierno. Los que por ignorancia, rebeldía o
egoísmo no se integran realmente al Cuerpo de Cristo nunca podrán dar o recibir
como conviene de las buenas obras producidas por la fe en el rey Yeshúa y su
plan de salvación.
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