A veces, el mayor
adversario del rey Jesucristo no se presenta como asqueroso engendro de las
tinieblas, o como hermosa y voluptuosa mujer que haga fornicar a los devotos
cristianos. Para estos sus últimos tiempos de engañar a la Humanidad él tendría
que obrar con mucha astucia, como es su especialidad. Me explico: En épocas
pasadas los impelía a torturar y matar gente en nombre de Dios. Hoy en día
tales hechos no serían permitidos por la comunidad internacional, pues serán
vistos a todas luces como una gran aberración. Pero para nuestros tiempos, este
“padre de la mentira” (Jn.8.44) se vale de bien elaboradas y maquiavélicas
doctrinas, bíblicas en apariencia.
Uno de esos escalofriantes dogmas de fe
enseña que todos los seres humanos tendremos una segunda oportunidad en aceptar
el evangelio de Reino, en la resurrección,
después de resucitar de un largo letargo en el que habríamos estado inconscientes. Si para entonces los
incrédulos y rebeldes se arrepienten de su actitud, entrarán a disfrutar
eternamente del paraíso; o si no, continuarán infinitamente inconsciente,
aniquilados. Allí está el veneno… Nadie sería tan idiota en esas
circunstancias como para no aceptar
vivir en el paraíso. Y si no lo aceptan no tendrían mayor problema, pues
después de todo, seguirían inconscientes de todo, aniquilados.
Esta peligrosa doctrina se traduce en que
quienes tengan hoy en día capacidad y oportunidad de ultrajar a sus congéneres
lo hagan sin ningún temor a represalias divinas, o sufrimiento después de su
muerte física. Veremos, pues, a los más injustos y malvados en toda la historia
de la Humanidad, entrar felices al paraíso después de despreciar durante todas
sus vidas el martirio redentor del Mesías y su plan de gobierno.
Estas aberrantes doctrinas son presentadas al
incauto creyente como deliciosos pasteles envenenados que satisfacen sus gustos
personales pero con resultados catastróficos.
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