sábado, 8 de febrero de 2025

LA LEY PERFECTA


 


   Hay leyes que producen ira, maldición y muerte (Ro.4.15; 7.5; Gá.3.10), pero la ley de Cristo (Gá.6.2), relacionada directamente con la solidaridad y la ayuda mutua entre hermanos, es también llamada ley de la libertad (2-Co.3.17), mas no libertinaje (R.6.15).

Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. (…)Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad.  Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio. Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?  Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,  y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.  Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.  Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.  ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? (Stg. 1.25; 2. 12-20). Pero, ¡Ojo!

   No nos engañemos ni dejemos que otros lo hagan. Aquí  se refiere implícitamente a  echar mano de todos los recursos que el Salvador pone a nuestro alcance para aminorar el sufrimiento de nuestros hermanos y mejorar nuestra condición de vida en todos los aspectos. Porque ni un vaso de agua que demos a los hermanos que lo necesiten quedará sin recompensa (Mr.9.41), porque tomaremos el mandamiento de la igualdad como principio (2-Co.8.13-15), pero nunca como la “Ley de Embudo” de los que parasitan dentro del Cuerpo de Cristo (Mt.13.36-43). Por esto mismo, no debemos patrocinar la actitud de los que andan desordenadamente y se convierten en carga para los demás (2-Ts.3.7-13).  Se trata, pues, de que los verdaderos miembros del Cuerpo de Cristo se integren según la realidad de la vida humana para enaltecer con hechos el nombre del Rey Jesús y el evangelio de su reino.

 

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