A
través de las fétidas aguas del alcantarillado del Infierno se arrastran tres
bestias nauseabundas, que prefieren habitar y calmar sus insaciables y egoístas
apetitos en las cavernas del corazón humano.
Estos asquerosos
engendros, que para tratar de pasar desapercibidas se disfrazan con vestimentas
religiosas, sólo son identificables por medio de sus conductas; tienen sus
nombres escritos en sus frentes, y son: Falsedad, Individualismo y Codicia.
Los seres en quienes no viven éstas alimañas
pestilentes son los bienaventurados que llegaron a comprender que es el Reino de Dios lo que nuestro
Salvador vino a pregonar para brindar la libertad gloriosa de los hijos de Dios
a todos los cautivos por el diablo, ya que este vigente proyecto divino es para
la liberación integral de quienes participen en él y tiene por fundamento la práctica de principios
doctrinarios tan encomiables, como son la integración real, la igualdad
(2-Co.8.13-13) y la solidaridad.
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