La Iglesia de Cristo, pueblo de Dios o nación santa, frases con un mismo sentido y que se refieren a la parte humana del Reino de Dios, está conformada por personas que se han percatado de su “vana manera de vivir.”… “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (1-P.1.18; Ef.2.12) y han reconocido el plan divino para la salvación de la Humanidad, el cual tiene por fundamento aceptar la soberanía de Dios en sus vidas, guiados y fortalecidos por su Espíritu y su Palabra, y con la colaboración de sus santos ángeles (Heb.1.14).
Un pueblo realmente se hace nación cuando atesora una cultura, no entendiendo por esta la mera instrucción intelectual, o el refinamiento de modales, sino una común actitud frente a la vida, frente a la naturaleza; común actitud frente a las demás personas, a los otros pueblos; común actitud frente a sí mismos y frente a Dios. Sin integración no puede haber nación; sin nación no hay reino; y un rey sin reino, no tiene sentido.
Si
el pueblo de Dios se integra en la realidad de la v ida, comenzando por
aquellos que se proclaman como legítimos o únicos miembros del pueblo de Dios, entonces podrán
demostrar con hechos, como lo desea nuestro sublime Rey Salvador (Mt.5.16) que
en verdad son participantes de la naturaleza divina y que el amor de Dios ha
sido derramado en sus corazones.(2-P.1.4; Ro.5.5)
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