lunes, 12 de agosto de 2024

GOBIERNO EN LA IGLESIA

 

       El gobierno en la Iglesia es teocrático, pero de naturaleza comunitaria, no estatal. La misma Iglesia constituye una nación (1P.2.9) pero es conveniente recalcar que el pueblo de Dios, cuyo jefe o cabeza de gobierno es el rey Jesucristo (Ef.1.17-23), no es co-gobernante con la autoridad de algún Estado, porque “ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro” (Lc.16.13); por eso, “dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Lc.20.25); es decir, la Iglesia es autónoma.

    Ahora bien; en un correcto proceder bíblico, el gobierno divino dentro de una comunidad de creyentes es ejercido por un grupo de fieles que reúnen los requisitos para ello (1-Ti.3.1-8; Tit.1.5-9). Estos varones son llamados sobreveedores, obispos, pastores o ancianos (que en el principio tenían el mismo significado) y que en conjunto se les denominaba como “presbiterio” (1 Ti.4.14).

    En tiempos apostólicos siempre se nombraban varios de éstos ancianos o pastores para constituir el presbiterio de cada congregación o iglesia local, y ahora no hay razón para que sea diferente. Esto no descarta el que pueda existir en toda congregación un representante legal autorizado por su mismo presbiterio. No es bíblico que una sola persona ejerza toda la autoridad en una comunidad o congregación cristiana. Las dictaduras no son válidas dentro del Reino de Dios, como tampoco es válido cualquier proceso democrático en los que creyentes “carnales” (1-Co.3. 1-3) y muchísimo menos la gente común o incrédula tomen parte en las decisiones administrativas de cualquier entidad verdaderamente cristiana.

   El liderazgo en organismos bajo el reinado de nuestro glorioso Rey Salvador tiene demasiada importancia, pues éstos administradores de la gracia divina pueden llegar a tener el gran honor de haber “dado oportunamente el alimento a las ovejas”, o por el contrario, que después de haber “golpeado a sus consiervos” sufran el duro castigo de los hipócritas (Mt.24.45-51).

 

 


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