miércoles, 6 de diciembre de 2023

RELACIÓN IGLESIA Y ESTADO

 

   

    El siguiente es un resumen de la postura bíblica en torno a algunos de los temas más relevantes en la relación Iglesia/Estado.. Para ello es necesario aclarar el término “política” que, aunque complejo en sus implicaciones, podemos vislumbrarlo en sus aspectos más característicos. Dicho término se refiere a una realidad en la que todos, conscientemente o no participamos directa o indirectamente. Guarda relación con la búsqueda, ejercicio y distribución del poder, entendido como factor unificante de la comunidad, medio necesario para la realización del Bien Común. Política designa la actividad que concierne a la administración y organización del Estado en cuanto poder público institucionalizado.

   Por otra parte, el Reino de Dios, cuya parte humana la constituye la Iglesia, o sea la comunidad de creyentes alrededor el orbe, es especial y permanente, en tanto que los reinos del mundo son Estados temporales.

   Los leales a la Palabra del Reino (Mt.13.19) tenemos ciudadanía celestial (Fil.3.20) pero además también tenemos ciudadanía en algunos de estos reinos o Estados temporales del mundo, ciudadanía que nos confiere deberes para cumplir (“honrad al rey” -1-P.2.17-), en tanto no vayan en contra de los principios del Reino de Dios. De igual modo tenemos también derechos para reclamar y ejercer (“pues que por esto pagáis también los tributos” –Ro.13.6-).

   La no implementación de nuestros deberes y derechos nos coloca en la condición, bien sea de rebeldes (1-S.15.23), o de prevaricadores por omisión (Mt.25.14-30). Los que recibimos el llamamiento celestial para participar de la naturaleza divina (He.3.1; 2-P.1.4) no debemos “servir a dos señores” (Lc.16.13), “porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Lc.4.8); de modo que es mejor que “sirvamos bajo el nuevo régimen del Espíritu” (Ro.7.6) “con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;  el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col.1.12-13).

   Pero  para el cristiano que por ignorancia o por otra circunstancia ya está inmerso en un servicio que no guarda relación con su condición de “miembro del  Cuerpo de Cristo” (Ef.4.14-16) pueden resultar interesantes las palabras del apóstol Pablo cuando dice: “Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede.  ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te dé cuidado; pero también, si puedes hacerte libre, procúralo más.  Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo.  Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres.” (1-Co.7.20-23). Caso diferente es el de aquello “cristianos carnales” (1-Co.3.3) que con diferentes auto-justificaciones buscan en realidad “lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús” (Fil.2.21), “que solo piensan en lo terrenal” (Fil.3.18-20). Ellos también, como todos nosotros, son libres de escoger a quién servir.

   Incrédulos y cristianos fieles, todos “viajamos en el mismo barco”, pues como humanidad somos parte de este mundo al que Dios tanto ama (Jn.3.16-17). El “mundo”, al que nuestro Salvador no ama es aquel estado de cosas ceñido a una escala de valores en que el amor, la verdad y la justicia no son primordiales, y en donde los que participan del mismo se oponen, abiertamente o no al señorío de un Dios personal con su particular plan de salvación. Empero, la relación Iglesia-Estado ha de ser de mutuo respeto y colaboración sin que pierdan identidad y autonomía a causa de concesiones, alianzas o cualquier circunstancia, en especial si va en detrimento del gobierno divino de la Iglesia, el cual, en cabeza de Jesucristo, rey salvador, sólo tiene cobertura en su santa nación, es decir, el pueblo apartado por Dios mismo para que anuncie y practique Su voluntad.

 

 

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