lunes, 29 de enero de 2024

HIJAS DE LA PROSTITUTA

 

   Por las calles de nuestras ciudades se pasea una elegante pero siniestra dama con atavíos religiosos que le dice a una parte de  sus enamorados, perversas e injustas personas, que disfruten de la vida lo mejor que puedan, sin importar que esté bien o mal lo que hagan, puesto que la vida es una, dice, y “muerto el perro, acabada la chanda”, como dice el refrán popular; que Dios es muy bueno como para castigar a sus hijos.

 A sus demás enamorados, los que son justos y nobles, los convence para que sufran con paciencia y resignación porque después de muertos entrarán a un paraíso donde hallarán alivio a todos sus males, que lo importante por ahora es que la acompañen y honren su reputación.

   La hermana de ésta seductora dama tiene también muchísimos amantes que suspiran bajo el encanto de sus esencias, escuchando de ella dulces palabras con las que son arrullados en las Recámaras de la Indolencia. Ella les dice que no tienen por qué preocuparse, que ya son salvos, que ya lo tienen todo, que no son guardas de nadie, que allá cada cual con sus problemas.

   Estas dos coquetonas damiselas son las hijas predilectas de la Madre Apocalíptica, la gran prostituta que fornicaba  con reyes, y éstos cedían a sus caprichos de dominio y poder. Una de sus aficiones era embriagarse con la sangre de sus contradictores y danzar al ritmo de los gritos de dolor de aquellos a quienes torturaba… en nombre de Dios.

 

 

 


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