En medio de la
desesperanza de una sociedad ofuscada por la violencia, el vicio y la pobreza,
y cuando pensamos que la resignación es la mejor solución que debemos adoptar,
surge en el horizonte de nuestra perdida fe la visión de los frutos que ha producido
a través de los tiempos, el martirio del Salvador del mundo, Jesucristo, cuyos
efectos se han reflejado en el cambio positivo y mejoramiento de miles y miles
de individuos y pueblos enteros. Es entonces cuando resurge nuestra esperanza,
especialmente al considerar que muchos habitantes de los barrios de nuestra
ciudad son participantes del llamado celestial que los motiva y habilita para
irradiar en nuestra comunidad la luz
transformadora del Evangelio.
La Historia nos
enseña que muchos grupos cristianos no
han sido entes pasivos a merced de la maldad e injusticia, de la explotación y
la miseria, sino que “…renacidos para una
esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,”
dicen con ánimo victorioso: “No
nos cansemos, pues, de hacer bien; que á su tiempo segaremos, si no hubiéremos
desmayado.
Así que, entre tanto que tengamos oportunidad,
hagamos bien á todos, y mayormente á la familia de la fe.” (Carta de
San Pablo a los Gálatas 6. 9-10)
El sublime
Maestro dice permanentemente: “Así alumbre vuestra luz delante
de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen á vuestro
Padre que está en los cielos.” (San Mateo 5. 16) Por su propia naturaleza y razón de ser la
Iglesia está puesta para salvaguardar los valores de su fe, evitando así que la
inmoralidad cause los estragos que estamos viendo en esta sociedad. Es aquí
cuando consideramos que los cristianos tenemos ante el Estado deberes para
cumplir y derechos para disfrutar, y unos de esos derechos nos da la
oportunidad de crear y/o participar en organizaciones comunitarias de beneficio
común, sin que tengamos que renunciar a nuestra identidad y autonomía; por el
contrario, podemos enaltecer el nombre y la soberanía de nuestro Rey Salvador.
Por eso, hermano y amigo cristiano, “Recuérdales esto, exhortándoles delante
del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino
que es para perdición de los oyentes.” “Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien,
hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos;” como libres, pero no
como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como
siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios.
Honrad al rey –en este caso, al Estado- (2-Ti.2.14; 1-P. 2. 15-17).
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