miércoles, 4 de octubre de 2023

SALVACIÓN PARA MI CIUDAD

 

    En medio de la desesperanza de una sociedad ofuscada por la violencia, el vicio y la pobreza, y cuando pensamos que la resignación es la mejor solución que debemos adoptar, surge en el horizonte de nuestra perdida fe la visión de los frutos que ha producido a través de los tiempos, el martirio del Salvador del mundo, Jesucristo, cuyos efectos se han reflejado en el cambio positivo y mejoramiento de miles y miles de individuos y pueblos enteros. Es entonces cuando resurge nuestra esperanza, especialmente al considerar que muchos habitantes de los barrios de nuestra ciudad son participantes del llamado celestial que los motiva y habilita para irradiar en nuestra comunidad la luz  transformadora del Evangelio.

  La Historia nos enseña que muchos grupos cristianos  no han sido entes pasivos a merced de la maldad e injusticia, de la explotación y la miseria, sino que “…renacidos para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,” dicen con ánimo victorioso: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; que á su tiempo segaremos, si no hubiéremos desmayado.
 Así que, entre tanto que tengamos oportunidad, hagamos bien á todos, y mayormente á la familia de la fe.” (Carta de San Pablo a los Gálatas 6. 9-10)

    El sublime Maestro  dice permanentemente: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen á vuestro Padre que está en los cielos.” (San Mateo 5. 16)   Por su propia naturaleza y razón de ser la Iglesia está puesta para salvaguardar los valores de su fe, evitando así que la inmoralidad cause los estragos que estamos viendo en esta sociedad. Es aquí cuando consideramos que los cristianos tenemos ante el Estado deberes para cumplir y derechos para disfrutar, y unos de esos derechos nos da la oportunidad de crear y/o participar en organizaciones comunitarias de beneficio común, sin que tengamos que renunciar a nuestra identidad y autonomía; por el contrario, podemos enaltecer el nombre y la soberanía de nuestro Rey Salvador. Por eso, hermano y amigo cristiano, “Recuérdales esto, exhortándoles delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes.”Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos;” como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios.  Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey –en este caso, al Estado- (2-Ti.2.14; 1-P. 2. 15-17).

 

 

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