Jesucristo hizo lo que
tenía que hacer (Jn.17.4): Que por las
virtudes de su martirio los seres humanos pudieran recibir del Padre Eterno el
perdón de todas sus faltas. Pero ello no lo es todo. Al someterse
voluntariamente a ese sacrificio hizo méritos para ser cabeza del sistema de
gobierno celestial (Mt.28.18; Ap. Cap.5) que el Altísimo diseñó desde la
creación del mundo, plan de salvación para que los que crean y se sometan a él
desarrollen sus dones, talentos y medios a su alcance para lograr adquirir la
vida abundante que nuestro Salvador quiere que tengamos, como individuos y como
comunidad.
Este programa de liberación integral
denominado comúnmente como Reino de Dios es propulsado por el mismo Espíritu de
Dios en aquellos creyentes dóciles a sus requerimientos. Quienes participan
consciente y responsablemente de este Reino promueven y practican sus valores,
tales como la santidad (apartarse para Dios), la integración, la solidaridad y
la igualdad.
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