Cuando con soberbia un ser humano reprocha al Creador por alguna adversidad, tácitamente está reconociendo la posibilidad de ser o llegar a ser su hijo, y entonces tendrá que deducir que si quiere las bendiciones de ese buen Padre, deberá comportarse como un buen hijo. Porque si no, ¿con qué derecho reclama?
Y si quiere enojarse ha de saber primero que le
iría mejor “…echando toda vuestra ansiedad sobre él (el Salvador Jesús), porque
él tiene cuidado de vosotros” (1-P.5.7). No obstante, “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les
ayudan a bien, esto es, a los que conforme a
su propósito son llamados.” (Ro.8.28). Y propósito del Padre Eterno es
liberarnos del poder de las tinieblas, y trasladarnos al Reino de su amado
Hijo” (Col. 1.13). Por eso se nos llama y exhorta a colaborar trabajando para
este Reino (1-Co.3.9; Col.4.11), porque “preciso es que él reine, hasta que
haya puesto a sus enemigos por debajo de sus pies” (1-Co. 15.25).
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