jueves, 23 de diciembre de 2021

LA MEJOR MANERA DE PREDICAR

 

   Predicar el evangelio del Reino es un mandamiento (Mt.28.18-20). Pero, ¿cuál es la mejor forma de hacerlo?  San Pedro escribió: “vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1-P.2.9). Aquí se nos invita a predicar, como comunidad, con el ejemplo. El mismo Maestro dijo: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mt.5.14-16). Y puesto que el Reino de Dios no consiste solo en palabras, la regla debería ser: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.” (Jn. 10.37-38).

  Hoy en día muchos llamados cristianos con su oculto o manifiesto deseo de vivir siguiendo la corriente de este mundo, toman alguna que otra cita bíblica para justificar sus tendencias carnales. Una de tales citas, es: “Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. 

 Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él.” (1-Co.9.22-23). Pero estas fueron actitudes particulares que tomó Pablo para casos específicos, y no eran una postura generalizada. Además, él nunca se convirtió en pecador para ganarse a los pecadores, sino que “a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley”.

 El Evangelio del reino de Dios defiende el dicho de “juntos, pero no revueltos”. Por eso se estableció claramente lo siguiente: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?  ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. (2-Co.6.14-18; 7.1).

 Si no debemos unirnos en “yugo desigual” con los incrédulos, es decir, tener compromisos de asociación con ellos, entonces, ¿con quién los debemos tener? Obviamente que con los mismos miembros de la familia de la fe.

   Una congregación cristiana podrá afirmar que vive bajo la soberanía del gobierno divino o que es participante del Reino de Dios (en su actual etapa de desarrollo), solo si sus feligreses están integrados y organizados para efectuar las actividades que la vida humana requiere.

 


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