Al hablar de fe podemos hacerlo en dos perspectivas: Conceptual o
emocional. Aunque en los niveles inferiores de la mente estos diferentes
aspectos se entremezclan, es conveniente diferenciarlos.
Cuando, por ejemplo, la Biblia
dice” Un Señor, una fe, un bautismo” (Ef.4.5), hace referencia al aspecto
doctrinal, conceptual, de la palabra del Reino. Cuando Pedro, en su intento de
caminar sobre las aguas, fracasa, se le dice: “hombre de poca fe” (Mt.14.31);
aquí se hace referencia al sentido emocional de la fe.
Nuestras convicciones dan forma
y fuerza a nuestras acciones y reacciones emocionales. Cuando la fe crece
conceptualmente da lugar a la doctrina, más o menos coherente con el contexto
bíblico y con la realidad humana (Ro.10.17)
La fe sin doctrina es una
relación emocional inmadura, sin identidad, y por tanto irresponsable consigo
misma y con su entorno social. Un sistema doctrinal puede resultar nocivo
cuando por sus acciones u omisiones resulte improductivo o injusto, ya que en
la misma medida en que una verdad, dentro de una comunidad religiosa, nos libra
del poder del mal, en cualquiera de sus manifestaciones, podemos ver aplicada
la justicia del Reino de Dios. Por eso está escrito: “Y conoceréis la verdad, y
la verdad os hará libres” (Jn.8.32).
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