En el Reino de Dios, que en su
actual etapa de desarrollo está vigente entre nosotros, existe el principio de
la igualdad, lo que hace de este sistema divino de gobierno integral la mejor
alternativa para erradicar la miseria del mundo. Este principio tiene su marco
en la costumbre del diezmo, practicada entes y después de la Ley Mosaica, y que
en este tiempo, sin considerarse como norma ritual, llega a ser el medio ideal
para lograr un equilibrio socio-económico justo, al menos dentro del pueblo de
Dios.
Este principio está claramente
expresado en 2-Co.8.13-15: “Porque no
digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con igualdad,
la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia
de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito:
El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos.”
La justicia del Reino de Dios no
da lugar para que quienes participamos en este proyecto divino de liberación
seamos idiotas útiles o presas fáciles de los “lobos rapaces” que se infiltran
en él para inutilizar este mandamiento, y encauzar los recursos económicos para
su propio beneficio personal.
El apóstol Pablo declaró: “Porque yo sé que después de mi partida
entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de
vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar
tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de
noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno. Y ahora,
hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder
para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados. Ni plata ni
oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me
ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo
os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y
recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que
recibir” (Hch.20.29-35).
Este principio para la vida en el Reino fue creado para que “haya
alimento en mi casa” (Mal.3.10), lo que podemos traducir como la “vida
abundante” que el rey Jesús quiere que tengan sus redimidos (Jn.10.10). De
manera que la prosperidad que el Salvador quiere es para todo su pueblo por
igual, y no para unos cuantos aprovechados que quieren explotar injustamente la
debilidad e ignorancia de las personas. Las Sagradas Escrituras dicen que... “por causa de los cuales el camino de la
verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con
palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se
tarda, y su perdición no se duerme” (2-P.2.2-3).
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