Hay quienes sin saberlo y de buena fe, son
“ciegos y guías de ciegos” (Mt 15.14) No bastan las buenas intenciones. Incluso
habrá personas que por creer que hicieron lo mejor, le reclamarán personalmente
a nuestro Salvador, declarándole las virtudes de sus acciones; pero estos serán
duramente no solo rechazados, sino castigados (Mt 7.15-25). Hicieron muchas
cosas de relativa importancia pero dejaron de lado el bien que pudieron haber
hecho a sus “hermanos más pequeños” (Mt 25.40, 45). El amor y la justicia son
dos grandes distintivos del Reino de Dios; pero “si alguno dice: yo amo a Dios,
y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien
m ha visto ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ha visto? (I-Jn. 4.20) Pero para
el apóstol Juan este amor se debe traducir en acciones concretas, y no en
sofismas para distraer o manipular. “Pero el que tiene bienes de este mundo y
ve a su hermano tener necesidad y cierra contra él su corazón, ¿Cómo mora el
amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, si no de
hecho y en verdad” (I-Jn. 3.17-18).
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