Los bienes del Reino de Dios están servidos y
a disposición de quienes decidan explotarlos. El Señor quiere que seamos
“perfectos y cabales, sin que nos falte cosa alguna” (Stg.1.4); desea que “en
su casa haya alimento” (Mal.3.10, pero su “casa” que en el Antiguo Testamento
se refería a la nación terrenal de Israel, ahora es su santa nación, la
Iglesia, que es el conjunto de creyentes para quienes el Reino de Dios fue
preparado desde la fundación del mundo. (Mt.25.34).
Quienes comprendemos el
evangelio del Reino de Dios y aceptamos la veracidad de los expresado en este
artículo, valorando la importancia que puede llegar a tener este reino por
medio de la integración de hecho de sus participantes como el más eficaz medio
de que dispone la humanidad para la superación de sus miserias e injusticias
debemos predicar el evangelio de Jesucristo, que no es cualquier evangelio; es
el evangelio del Reino de Dios.
Pero no
solo predicarlo, sino desarrollarlo a través de planes, proyectos y
programas de los cristianos para los
cristianos (Mr. 7.27). Admitamos este sublime gobierno en nuestras vidas
individuales y de comunidad, y seremos más que vencedores; porque si Dios está
con nosotros, ¿Quién contra nosotros? (Ro 8.31, 37).
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