martes, 26 de enero de 2021

TENGAMOS SENTIDO PRÁCTICO

 

  Aquí se nos enseña que es más importante los beneficios prácticos que puedan resultar de la doctrina cristiana que las polémicas que puedan generar. Evidentemente, es en la vida cotidiana del ser humano en sociedad en donde los alcances del buen comportamiento tienen su valor más apreciado. Convencen más los hechos que las palabras. “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida,  de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería,  queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman” (1-Ti.1.

  Uno de los deseos de nuestro Salvador al venir a este mundo es que quienes creemos en su plan de liberación logremos tener vida abundante, próspera. Por eso Pablo, quien recibió mandamientos de él, dijo: “Recuérdales esto, exhortándoles delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes.  Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad” (2-Ti.2.14-16)

5-7). Por esto mismo el Maestro dijo a quienes lo escuchaban: “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.” (Jn.14.11).

  En el mismo sentido, instruyó a sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.  Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt.5.14-16)

   Este es, pues, el sentido práctico de la liberación que nuestro Dios nos ofrece; “porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.” (2-Co.1.20). En el pueblo de Dios no hay clases privilegiadas, porque la igualdad, bajo la soberanía de su gobierno, es uno de los grandes principios con que cuenta esta santa nación. Así lo expresa claramente: “Porque no digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez,  sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad,  como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos.” (2-Co.8.13-15).

   El privilegio que sí existe es el de poder ser útil a su comunidad, es decir, a los que también participan del Reino de Dios, que en su actual etapa de desarrollo está vigente entre nosotros. Por eso Pablo, en otro lugar, dice: “Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.  Pero evita cuestiones necias…. porque son vanas y sin provecho” (Tito 3.8-9). Pedro lo confirma: “Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación.” (1-P.1.17). “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.” (Ap.22.12).

 


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