La divina soberanía
de nuestro amoroso gobernante se hará evidente en medio de nosotros solamente
si nosotros, pueblo apartado por Dios y para Dios, (el cual está conformado por
todos los creyentes en Cristo alrededor del mundo), obedecemos el mandamiento de
Jesucristo expresado a través de San Pablo, de no tener compromisos de
asociación con la gente común, sino
solo, obviamente, con los miembros del mismo Cuerpo de Cristo.
Ninguna congregación
cristiana podrá afirmar que es genuinamente pueblo de Dios si no obedece el
principio básico de unidad, como respuesta al sublime anhelo de Jesús: “para
que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos
sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Jn.17.21),
El
mandato o principio de unidad está expresado así: “No os unáis en yugo desigual
con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la
injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo
con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre
el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios
viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y
ellos serán mi pueblo. Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos,
dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros
por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. Así
que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda
contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de
Dios” (2-Co. 6.14-18 y 7.1).
Por supuesto que no
se debe confundir “asociarse” con “juntarse”. Nuestro Maestro Jesús se juntaba
con los pecadores porque los amaba y quería el bien para ellos, pero nunca se
asociaba con ellos. Si los libertinos, disolutos y gentes del mundo se quieren
beneficiar de este plan divino de liberación y vida abundante, deben aceptar y
recibir al sublime Rey Salvador en sus corazones para que sea el que legisle en
sus vidas.
Este sistema de
gobierno es el único y más eficaz medio con el cual podremos erradicar los
achaques que agobian a la Humanidad, pues su primer estandarte es el amor, amor
que conduce a la justicia social, lo que nos lleva a su vez a la igualdad, (1-Co.8.13-15).
Esto significa redistribución de los recursos económicos, desarrollo y
dignificación humana, pues quienes
leemos la Biblia tenemos claro que el interés de nuestro Salvador no es
mantener o promover personas, costumbres o religiones inoperantes e ineficaces,
porque, decía Jesús, “en esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho
fruto, y seáis así mis discípulos” (Jn.15.8)
Es una muy grande
bendición que podamos disfrutar aquí en esta vida de todo el bien y la
felicidad posibles, y también logremos tener vida plena y permanente aún
después de abandonar esta morada terrestre.
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