viernes, 13 de marzo de 2020

EL ÁRBOL QUE CUBRIRÁ LA TIERRA

 
     La Biblia dice que el Reino de Dios es como un árbol que comenzando como una diminuta semilla llega a ser tan grande, que aun las aves pueden hacer nido bajo sus ramas. El  Maestro se refería, sin duda, a la soberanía de su gobierno en su propio pueblo, aquí en la tierra. Su gobierno se establece y desarrolla entre nosotros, y no en otra dimensión. No puede ser en una dimensión diferente a la humana, porque es aquí, en nosotros y en medio de nosotros que su Espíritu Santo está haciendo la Obra, la cual tiene por finalidad someter todo gobierno y poder a la autoridad del Rey Jesús (1-Co.15.24-26; Ap.11.15; Dn.7.13-14; Sal.2.7-9). Es aquí, en medio de su Pueblo o Iglesia en donde también el Maligno infiltra a sus siervos, que a veces se dejan reconocer por su rapacidad, maldad y necedad, (Lc.11.39-40).
   
   Es aquí, entre nosotros, en donde surge como plaga la cizaña que estorba los nobles propósitos de nuestro Salvador. El apóstol Pedro nos había prevenido: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado,  y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme” (2-P.2.1-3).
   
   En contraste con ello, el Reino de Dios significa justicia, paz y gozo para los que participamos en él como “hijos de luz”, “porque el amor de Dios fue derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Ro.5.5)
  
   La mayoría de predicadores hoy en día no hablan acerca de él, pues casi siempre ellos mismos no lo han podido “ver”, pues sus mentes y sus corazones están viciados de costumbres que ofuscan sus entendimientos para no poder valorar esta gran “piedra preciosa” (Mt.13.45-46), como lo que verdaderamente es y puede llegar a significar…Como una nación real que lo conforma diseminada por el mundo en pequeñas comunidades, pero de acuerdo en lo básico y en un mismo espíritu de gratitud y adoración, que puedan de manera sincera decirle al mundo: “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras”, (Jn.14.11), porque el mismo Maestro dijo: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mt.5.14-16).

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