El sublime Maestro nos
dejó una fórmula para identificar la clase de “árboles” que nos pudieran
“alimentar”. En Lc 6.43-44 está escrito: “No es buen árbol el que da malos
frutos, ni árbol malo el que da buen fruto; porque cada árbol se conoce por su
fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian
uvas.” Los que se dejan engañar no son los que realmente aman la Verdad y están dispuestos a sacrificarse por ella,
sino los simples y mediocres arrastrados por sus propias concupiscencias y
flaquezas, que prefieren que otros decidan por ellos, como si les fuera un gran
consuelo pensar que no caerán solos al abismo. (Lc. 6.39) Algunas personas, de buena intención y sin
proponérselo (2-Ti 3.13-17) no están haciendo nido en las frondosas ramas del
Reino de Dios (Mat 13.31-32) sino que son parte de la chamiza de los árboles
que por no dar buen fruto están destinados al fuego. (Mt 7.17-20).

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