viernes, 9 de agosto de 2019

LA GRACIA DE DIOS NO SE PUEDE COMPRAR

 
   A alguien le fue dicho: “Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en  este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, se quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura  y en prisión de maldad veo que estás” (Hch.8.20-23)
  
  Estas palabras las dirigió el apóstol Pablo a un personaje que había sido un experto manipulador de la ignorancia de las gentes, un manipulador de profesión valiéndose de ciertos conocimientos de magia que poseía.
    
   Ahora, después de haber manifestado arrepentimiento y deseos de cambio, ayudaba a Pablo en la divulgación del evangelio del Reino de Dios. A pesar de tan grande puesto de liderazgo seguía creyendo que los favores de nuestro Salvador se pueden comprar.
  
  Este mismo concepto-sentimiento hoy en día es explotado por algunos “simones”; no porque ellos así lo crean, pero así lo hacen creer a las masas moldeables de personas, siendo las más vulnerables aquellas interesadas más en sus egoístas pretensiones personales que en los planes que Dios tiene para liberar a la Humanidad de la corrupción que hay en el mundo (2-P.1.4)
    
   La buena noticia de que el Reino de Dios, en su actual etapa de desarrollo, está vigente entre nosotros, señala que nuestro Creador desea la prosperidad para todo su pueblo, y no para unos cuantos, porque el mismo Espíritu de Dios que habita en nosotros ha de impulsarnos a la solidaridad, a la ayuda mutua organizada. “Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.” (Ro.14.19).

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