martes, 30 de julio de 2019

ESTO ES LO MÁS IMPORTANTE

 
   El pueblo de Dios es una santa nación llamada a estar tan integrada como los miembros de un mismo cuerpo. La solidaridad debe obrar a causa de que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (Ro.5.5),  y no por intereses vanos o egoístas.
   
   En este sentido se nos dice que  “si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”(1-Co.13.3). Nuestra solidaridad, como participantes del Reino de Dios debe ser prioritariamente con nuestra familia en la fe. “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gá.6.10). Porque…”No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos” (Mt.15.26).
   
    Examinemos lo que nos instruyó el Maestro: “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?  Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? (Mt.5.46-47). Pero el hecho de amar a extraños y enemigos no significa que dejemos a nuestros hermanos en un segundo plano. El  2-Cr. 19.1-2 leemos: “Josafat rey de Judá volvió en paz a su casa en Jerusalén.  Y le salió al encuentro el vidente Jehú hijo de Hanani, y dijo al rey Josafat: ¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto”.
    
   San Juan dice: “Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos,  los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje.  Porque ellos salieron por amor del nombre de Él, sin aceptar nada de los gentiles.  Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad”.
    
   Cuando Jesús se manifieste como juez cuestionará lo que se hizo o dejó de hacer a “sus hermanos más pequeños” (Mt.25.40, 45). Y, ¿quiénes son los hermanos de Jesús? La misma Palabra nos responde: “Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud. Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.  Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen” (Lc. 8.19-21.
    
      Una de las promesas de nuestro Salvador es que no perderemos la recompensa  ni aún por un vaso de agua que le demos a alguien por el hecho de ser “hermano” o “discípulo” de Cristo. Así que, si queremos tener grandes “tesoros en el cielo” (Mt.6.19-21) organicémonos para que nos podamos servir mutuamente. El disfrute será no solo después del pleno establecimiento del Reino de Dios sobre la tierra, sino desde ahora; porque los principios que dan vida e identidad a la santa nación de Dios (1P.2.9) nos permitirán vivir la vida abundante, juntos y en armonía, como nuestro Rey Jesús rogó a su Padre Celestial que le fuera concedido.

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