No es
suficiente para una persona haber sido perdonada de sus pecados, y estar ahora
sin vicios y observando una relativa buena conducta. No podríamos verificar los
frutos del Espíritu Santo, que habita en nosotros los creyentes ni practicar la
justicia del Reino de Dios, viviendo una fe egoísta y mezquina.
Escrito está: “ y ya también el hacha está
puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se
corta y se echa al fuego” (Lc 3.9), por
que “ al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Stg 4.17);
además, porque “ en esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del
diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de
Dios” (I Jn 3.10)
Por
eso nuestro Señor diseñó la creación de un reino , para que fuera hecha su
voluntad aquí en la tierra, como en el cielo (Mt 6.10), pudiendo él ejercer
soberanía en su propia nación, pueblo adquirido por él para que anunciemos las
virtudes de “Aquel que nos llamó de las
tinieblas a su luz admirable”.(I-P 2.9).
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