viernes, 28 de septiembre de 2018

ENTENDIENDO MEJOR EL PLAN DE SALVACIÓN

 
   Para consolidar su gobierno sobre toda la Tierra Jesucristo ya hizo lo que tenía que hacer (Jn.17.4), ofrecer su vida en martirio para que los creyentes pudieran por la fe solicitar al Padre Celestial el perdón de sus faltas. En este sentido el Mesías se presenta como “la puerta”, que dentro del nivel práctico se enmarca en el bautismo. Pasar esa puerta y comprometerse con el plan divino para la salvación de la Humanidad, es lo que mejor se conoce como “conversión”, lo que se traduce para las “ovejas” en “hallar pastos” y “tiempos de refrigerio” (Jn.10.9; Hch.3.19).
  
   A través de nuestro arrepentimiento el Padre Celestial efectúa el acto por medio del cual decide si nos perdona o no de nuestra culpabilidad en los méritos de su Hijo, su Cordero. Pero la conversión es un proceso que depende de nuestra buena voluntad permitir al Espíritu Santo hacer Su obra en y a través de nosotros.
  
   “Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,  de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies” (He.10.12-13). Este rey, como “hombre noble”, recibió la titulación legítima de su gobierno y se fue no sin antes dar a sus siervos las herramientas necesarias para desarrollar su proyecto que será todo un éxito no obstante la oposición de sus enemigos.
  
   Los enemigos del rey Jesucristo no están por fuera de la Iglesia  sino dentro de ella, y son todos aquellos que no quieren que el “nuevo régimen del Espíritu” (Ro.7.6) sea consolidado en medio de la comunidad eclesial como la nación santa que él designa para que anuncie sus virtudes (1-P.2.9). Ya no como algo simplemente subjetivo o de mera fe,  sino como real en medio del diario vivir de su propio pueblo. “porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios” (2-C0.1.20). 

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