sábado, 12 de mayo de 2018

LOS NUEVOS SIMONES DE HOY


     ¿Envió Jesucristo a sus discípulos a predicar moralidad? …NO ¿Los envió entonces  como psicólogos motivadores para que las personas adoptaran  correctas y positivas actitudes frente a la vida?... NO. Tampoco fueron enviados como promotores de valores espirituales con los que alguien pudiera vender la esperanza de vida eterna a cambio de dinero real y efectivo, y mucho menos para cambiar la ilusión del triunfo sobre las dificultades por dinero contante y sonante.
  
     Él los envió a predicar el Reino de Dios al que son inherentes todos los valores y virtudes de la vida, incluyendo una excelente moralidad, mucha fe, vida eterna, etc... Y les dijo: “de gracia, recibisteis, dad de gracia”. Pero como la palabra “cobrar” suena en este caso como vulgar y descarada se apela a cambiar el sentido de “el obrero es digno de su salario” para homologar la misión de administrar la gracia divina (1-P.4.10) con cualquier profesión mundana originada en las academias.
    
    Los creyentes, de manera organizada (1-Co.14.40), deben apoyar económicamente a quienes se ocupan en labores del Reino, cuando no hay otra alternativa, para que puedan ejercer eficazmente sus labores (1-Ti.5.18); pero esa no es la meta de los recursos económicos de la Iglesia. Su objetivo final y fundamental es desarrollar una vida abundante para quienes participan en este Reino, en el que algunos de sus estandartes son el amor, la igualdad y la libertad.
     
    Esto se logra cuando se toma en serio la Palabra del Reino, “…para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,  sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,  de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”. (Ef.4.14-16)

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