Estamos dando grandes
pasos en la concepción realista de la Palabra de Dios. Sin embargo, hoy en día
cuando se habla del aspecto social de los asuntos de Dios, muchos todavía
piensan que se están pervirtiendo las Escrituras, como si la Iglesia misma no fuera
sociedad. Uno de los pasos que estamos dando es que, por lo menos, ya hablamos
del Evangelio del Reino de Dios, que ciertamente fue lo que Jesucristo vino a
predicar, aunque todavía muchos no entiendan con toda claridad de qué se trata.
Otros creen que con
expresiones tales como “pueblo de Dios”, “nación santa”, “nuevo régimen del
Espíritu”, etc., se hace alusión a la llamada “Teología de la liberación”.
Tengo entendido que a esta corriente de pensamiento pertenece también todo lo
relacionado con la problemática de las clases pobres de los países considerados
como “cristianos”.
En este punto tendríamos que aclarar algo: Ser
“cristiano” NO significa haber nacido dentro de determinado país o familia o
haber sido objetos pasivos de algún rito religioso en el que nuestra conciencia
moral y voluntad nada tuvieron que ver. Nada más lejos de la verdad. Las
expresiones “salvo”, “redimidos”, “liberados” son sinónimas. Prefiero la última
porque está menos contaminada de “opio religioso”. Nuestro Salvador quiere
liberar a su pueblo, pero ¿en qué consiste la salvación o liberación cristiana?
¿Quiénes verdaderamente son “el pueblo de Dios”?
Siembro la inquietud
entre los que están en camino de comprender el valor del “tesoro escondido”, el
cual está muy por encima de las fantasías religiosas y de la improductiva
retórica teológica con la que unos pocos ladinos explotan la ignorancia y
sufrimiento de las multitudes.
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