El Reino de Dios es la
expresión tangible de su soberanía en medio de la Humanidad, y crece en la
medida en que le permitimos al Rey Salvador legislar en nuestras vidas
individuales y comunitarias. La Iglesia es la comunidad del pueblo de Dios, su
santa nación. Este reino se hace evidente cuando en vez de adquirir compromisos
de asociación con los incrédulos, es decir, ‘’unirnos en yugo desigual” con
ellos, (2-Co. 6.14-18) lo hacemos con los miembros de nuestra propia nación.
La mejor manera de practicar los principios del reino de Dios, y
desarrollar un carácter propio de sus participantes, es vivir en comunidad, en
verdadera comunidad, tal como lo dice el salmista:
“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es
Habitar
los hermanos juntos en armonía!
Porque allí envía Jehová
bendición,
Y vida eterna”
Salmo 133.
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