La respuesta viene por sí misma después de
leer algunas de las Escrituras Sagradas: Salmo 2. 6-9 “Pero yo he puesto mi rey
Sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi
hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones,
Y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de
hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás”.
Dn. 2.44 “Y en los días de estos reyes el
Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino
dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él
permanecerá para siempre”.
Ap. 2.26-27 “Al que
venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las
naciones, y las regirá con vara de hierro,
y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi
Padre”.
Dn.7.
13-14, 27 “Miraba yo en la visión de la
noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que
vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para
que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio
eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido…y que el reino,
y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al
pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los
dominios le servirán y obedecerán. ”
Ap.
11.15 “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que
decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo;
y él reinará por los siglos de los siglos.” 1-Co. 15.25 “Porque preciso es que
él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.”
Aclaremos: El Reino de Dios no es una cosa
que pueda caer o aparecerse repentinamente en algún lugar. Tampoco es
simplemente un sentimiento o la conciencia de algo. Mucho menos es una persona
o conjunto de ellas.
El Reino de Dios es el proyecto por medio
del cual el mismo Creador se propone ejercer la soberanía de su gobierno en su
propio pueblo, utilizando sus propios recursos: Su Palabra, su Espíritu, y sus
ángeles.
El Señor respeta el libre albedrío de los
seres humanos. Le permitió su voluntaria caída en el pecado, pero ahora le
ofrece la oportunidad de ser beneficiario de este maravilloso plan de
salvación, dándole inicialmente el perdón de sus pecados y la comunión con su
Espíritu, en los méritos del martirio de su Cordero, para que se integre, de
hecho, a la santa nación, también llamada Iglesia. Porque en ella y a través de
ella es que el Eterno quiere derramar sus bendiciones y dar vida abundante a
quienes determinan vivir bajo su orientación, fortaleza, ayuda y cuidado.
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