Comprender lo que es el
Reino de Dios no es tan sencillo como alguien pudiera imaginarse. Solo se puede
lograr por la gracia de Dios… “Porque a vosotros os es dado a conocer los
misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. (Mt.13.11).
El no entender bien que el contexto de las Sagradas Escrituras (“la suma de tus palabras es verdad” –Sal.119.160-) es la fuerza que garantiza la veracidad de una doctrina hace que muchas personas lleguen a conclusiones erradas, incluso a defender herejías apasionadamente. El desconocer el contexto de un pasaje escritural nos lleva a la confusión y al error.
Ejemplo de ello
son las personas que primero leen: “No améis el mundo, ni las cosas que están
el mundo. Se alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.” (1-Jn.
2.15). Luego, en otro lugar encuentran: “Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él crea no
se pierda, mas tenga vida eterna”. (Jn. 3.16)
Un neófito dirá: “¿Cómo,
pues, dice la Biblia en un lugar, que no amemos al mundo, mientras que en otro
lugar también dice que el mismo Dios amó al mundo? Otro ejemplo: Acerca de las
buenas obras, si se deben hacer en secreto o en público, compárese Mt. 6.3-4
con 5.15-16.
Para la mayoría de quienes
escudriñamos la Palabra de Dios no será difícil dar la explicación apropiada,
pero es conveniente que a través de la oración pidamos humildad a Dios para que
sean aminorados o borrados de nosotros los conceptos implantados por la
tradición que acepta aunque no entienda solo porque los demás también lo hacen.
Volverse como un niño para entrar en el Reino de Dios (Mr.10.15) no significa
ser ignorante o manipulable.
Pero ¿Dónde encontrar la
verdad acerca del Reino de Dios? En Internet se puede encontrar muchísimos
sitios que se ocupan de este asunto. El mío es uno de ellos.
Es de recordar que el
Enemigo de nuestras almas, el adversario de nuestro Rey Salvador, NO duerme. En
dicha red ya existen muchas páginas que desinforman y tuercen las Escrituras
tratando de obstruir o desvirtuar los planes de nuestro Padre Celestial, “mas
todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas
manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo”. (Ef. 5. 13).
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