Los participantes en el
Reino de Dios, cuyo conjunto es denominado Iglesia de Cristo, llegamos al
convencimiento de reorientar nuestras vidas hacia el bien y la Verdad a través de este gran proyecto que nuestro
Padre Eterno diseñó para la Humanidad, este maravilloso sistema divino de
gobierno integral, por medio del cual podemos llegar a tener vidas felices,
llenas de propósito y significado.
Creemos que la Biblia
es la única y suficiente verdad revelada, y que por medio del arrepentimiento
podemos ser liberados de nuestra culpabilidad de pecado ante Dios, al igual que
recibir como regalo la presencia misma del Espíritu Santo para que con nosotros
y en nosotros podamos desarrollar y ejercer los principios de vida de este
siempre progresivo e indestructible Reino.
Creemos que es nuestro deber darle cumplimiento al sublime anhelo de
nuestro Salvador de que sus seguidores sean realmente unidos como los miembros
de un mismo Cuerpo, verdaderamente integrados como un pueblo escogido, como una
santa nación (Jn.17.21; 1-Co.12.27; 1-P.2.9).
Por esto mismo,
debemos, aunque nos juntemos con todo el mundo, realizar compromisos de
asociación solo con los demás miembros de la “familia de la fe” (2-Co.6.14-18),
y poder así servirnos y ayudarnos mutuamente, siendo de esta manera útiles a
nuestro rey Jesús, a través de la solidaridad con su pueblo, a favor del cual
permitió ser humillado y torturado hasta la muerte. “Así que, según tengamos
oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gá.6.10).

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