Una de las muchas formas de hacerlo es
sembrar en la mente de muchos creyentes, argumentos incoherentes y pueriles, “que
se levantan contra el conocimiento de Dios” ( 2 Co 10.5)
Pueril, por ejemplo,
es el argumento de aquellos que sostienen el mismo Señor Jesucristo es a la vez
un rey y un reino. Es como si una persona pudiera ser ella misma un país del
cual fuera su presidente.
Estamos tan acostumbrados a las fantasías religiosas,
nacidas del temor, la ignorancia y las pasiones, que tendemos a alejarnos de lo
razonable y se nos hace a veces difícil hacer las reflexiones realistas más
elementales. Ni Jesucristo ni la Iglesia es el reino de Dios. Jesús es el rey.
La Iglesia es el conjunto de personas en las cuales y a través de las cuales él
quiere ejercer la soberanía de su gobierno.
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