En el océano de las añoranzas, fantasías y
buenas intenciones, la palabra del Reino
es como miel en los labios de quien la pregona, pero casi siempre amarga en la
dura superficie de la realidad que viven los creyentes en comunidad.
A
veces es tan duro compartir la dura realidad del diario vivir, que muchísimos
prefieren continuar “durmiendo” bajo los narcotizantes efectos que produce la
indiferencia, el egoísmo y la indolencia. Lo grave del asunto, tanto para los
temerosos que optan por esconder sus talentos, como para aquellos acomodados
que piensan que ya están plenos, es que, después de esta efímera vida temporal
hemos de responder ante Aquel que nos demandará no solo por el mal hecho, sino
por el bien dejado de hacer, especialmente en relación con aquellos hermanos “más pequeños” y “maltratados” (Mt.25.40; He.13.3).
No hay comentarios:
Publicar un comentario